Una conferencia de prensa convertida en una fiesta con desayuno incluido. Una tómbola para que un periodista se quede con su reloj. La develación de su retrato en el Palacio Nacional, la sede presidencial. Almuerzo con otros mandatarios. Y a la medianoche del lunes, Andrés Manuel López Obrador dejará de ser presidente para, como él mismo ha dicho jugando con las palabras, irse a “La Chin…”, su rancho.
Su despedida de las masas comenzó al despuntar septiembre con su último informe de resultados en un Zócalo abarrotado. “Yo tengo que agradecer al Creador y a la suerte de que no cometí muchos errores”, dijo el viernes a modo de balance final aunque haya mexicanos que discrepen de esa valoración.
López Obrador ha visitado todos los municipios de México y en los últimos meses ha recorrido de nuevo el país para despedirse presencialmente de sus seguidores en compañía de su sucesora, Claudia Sheinbaum. Su último día como presidente se atisba como un resumen de su forma de gobernar que, durante seis años, comenzó prácticamente todos los días con una reunión del gabinete de seguridad, seguida de su peculiar conferencia de prensa.
López Obrador no anunció con qué presidentes almorzará pero entre los que ya se encuentran en Ciudad de México para la toma de posesión de su sucesora, Claudia Sheinbaum, este 1 de octubre, están los mandatarios de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; Cuba, Miguel Díaz-Canel; y Honduras, Xiomara Castro.
“Voy a tener una comida, porque tenía cosas que tratar con algunos”, temas de cooperación y amistad entre los pueblos, adelantó López Obrador el viernes. El mandatario hará política hasta su último minuto en el poder y la comida con líderes amigos del lunes será un ejemplo.
Después de trasferir el mando a Sheinbaum, López Obrador empezará su jubilación. Según ha insistido en innumerables ocasiones no hará declaraciones, ni discursos, ni vida pública. Y en cuestión de días partirá para su rancho de Palenque, en el sureste mexicano, que bautizó como “La Chin…”, un apelativo de desprecio en México pero del que el mismo López Obrador se ha reído, jactándose de que se va para allá por decisión propia y no porque le manden sus enemigos.